viernes, 28 de marzo de 2014

PAREDES QUE HABLAN



                                                                       


Uno sobre otro iban cayendo los desgastados bloques de piedra arrancados hacía muchos años de alguna cantera, a los lomos de un poderoso camión que los esperaba en el mismo lugar donde ochenta años antes, unas mulillas de tiro enganchadas a un carro, hacían lo mismo pero en inversa dirección. En su día esos bloques de piedra junto a las vigas de madera, ahora carcomidas, cañas que cubrían el techo de las viviendas a modo de aislantes, balcones con barandillas de hierro fundido y azotea para tender, formaban la casa que ahora estaba siendo demolida.


En esa azotea los niños pequeños nacidos allí, iban haciéndose mayores sentados en el suelo rojizo de caliza mientras sus madres tendían la colada con una pinza entre los dientes formando la pulpa y la corteza de una vieja finca ahora. Cuando el polvo que producía el derribo se desvaneció me pareció ver la finca en el momento en que la ocuparon los primeros inquilinos o cuando esa casa fue testigo de una guerra civil, bodas, nacimientos, sufrimiento y muerte. Todo eso pasó por delante y dentro de sus muros. Paredes al raso donde un día se apoyaron comedores engalanados con las mejores vajillas y manteles en las fiestas, papeles pintados donde un día se dibujaron sentimientos, habitaciones donde jugaron unos niños, ajenos hoy a aquel pasado, aseos donde se acicalaron bellas jóvenes en espera de una mirada perdida robada en un instante y escaleras donde alguna vez hubo saludos, discusiones y labios furtivos en busca de una boca por enamorar. Todo esto y la intimidad de un hogar al desnudo eran ahora pasto de una máquina demoledora. Es la vida y las casas son el espejo de aquél que habita dentro de ella. Los bloques seguían cayendo mientras las últimas inquilinas de la casa revoleaban alrededor de las ruinas sin saber la causa por las que las dejaban sin casa precisamente en época de cría. ¿Donde estarán todos aquellos sentimientos perdidos, donde están nuestros sentimientos pasados? Quizás solo puedan estar en nuestro próximo deseo.

Ramón Pérez Aguilar

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