miércoles, 14 de mayo de 2014

MUERTE DE UNA ESCALERA

                                 

La tarde era una tarde más en aquel lugar como tantas otras.
El hastío, la soledad y la indiferencia campaban a lo ancho y alto como cada día. Allí estaba ella arreglada, bella, perfumada y tan reluciente como siempre. Espaciosa y luminosa se le veía de fácil trato. Un trato perdido. Desde hacía un tiempo y cada vez más  la soledad le invadía, la gente la ignoraba y  el protagonismo que desde su nacimiento tuvo ya solo era un mero recuerdo y toda esa actividad mundana, se limitaba a esporádicas visitas de trato corto. 

Pasamanos, peldaños, losetas de mármol, moquetas, tenues luces de emergencia, detalles dorados, indicadores de piso, extintores, bonitos cuadros, ceniceros de pie metálico y bellas lámparas de lágrimas, lloraban el esplendor perdido. Una época de saludos cordiales, conversaciones relajadas en sus rellanos, carreras hacia abajo y arriba de niños que correteaban  para ver quién llegaba antes a la calle, citas ocultas a las miradas ajenas de enamorados de lo prohibido, viajantes en busca de una comisión, parejas otoñales que disfrutaban del viaje pendiente, temerosos de los apagones, claustrofóbicos empedernidos y demás almas de hotel,trasegaban sus zapatos sobre ella cuando hacerlo era saludable, distraído y sano. En ella se daban los últimos besos de amor y de deseo, se cerraban negocios, se definían ideas, se daban los últimos arreglos de cabello ellas y ellos se arreglaban el nudo de la corbata. Era un placer pisar su moqueta azul recién aspirada mientras se bajaba a la entrada y el rumor de los clientes te despertaba a la maravillosa sensación de que la vida era exactamente eso, comodidad, elegancia, amabilidad, lujo, limpieza, orden y siempre alguien dispuesto a atenderte. Los deliciosos aromas del desayuno y los cordiales saludos de cualquier persona que te encontraras en tu camino, hacían que el último peldaño te arrojara de un salto a la vida mientras las manos suavemente acariciaban su pulida barandilla de cerezo.
Todo iba bien hasta que llego él. Era cuadrado, fuerte, con dos juegos de puertas, una metálica plegable y otra de madera y cristal, lleno de botones y luces. Con los años vinieron otros cada vez más extraños, silenciosos, grandes y sobre todo rápidos. Maldita prisa. La gente empezó  con dudas de si entrar o no pero con los años todos decidieron subir y bajar en ellos y los niños tocar los botones y esa maldita sirena. Dentro se oían risas, silencios, voces e inclusos gemidos. Algunos salían sonriendo, otros serios y a veces sonrojados. En cambio en  ella se podía reflexionar y tenias la opción de tener un antes y después de cualquier situación, un lugar privado. Las personas se concentraban mentalmente antes de llegar aun destino, a una cita, se preparaban mentalmente y al término reflexionaban sobre lo que les acababa de suceder mientras observaban la calle por sus ventanas y en silencio. En todas partes sucedió lo mismo fue el fin de ellas.Tan solo la visitaba cada cierto tiempo la Sra. Dolores con sus trapos, sus cubos, sus detergentes y su fregona hasta que un día no apareció más. En su lugar fueron apareciendo unas jóvenes de batas azules, que cambian cada semana, y que cada lunes la asean pero no con el cariño que la  vieja Sra. Dolores le profesaba. Un día escuchó a unos jóvenes, mientras esperaban a su enemigo eléctrico, que ella era muy buena para el corazón y que la recomendaban incluso los médicos pero todo aquello se quedo en un rumor.  
Ellas han ocupado un lugar destacado en el recuerdo de nuestras vidas, de pequeños hemos jugado y utilizado de dos en dos sus escalones, nos hemos deslizado en sus barandillas como en excitantes toboganes , hemos buscado una boca furtiva para enamorarla, a través de su hueco hablábamos con voz quebrada mientras mirábamos hacia arriba o hacia abajo, nos hemos saludado y despedido mil veces.                                           
Todo eso se acabó. Las hay pequeñas, estrechas, húmedas, de baldosas
rotas y bordes desgastados donde los pies que la pisan son pies humildes y también las hay señoriales, grandes, de ricos materiales e inquilinos pero en todas ellas la vida las llenaba y su fin era el mismo. En cierta manera son como la vida misma,  un camino de subidas y bajadas pero el truco esta en hacerlo uno mismo sea cual sea el resultado. Pero aun podía ser peor. El hotel había decidido hacer reforma y ella sabía cual iba a ser. Una mañana unos señores con papeles y agendas en la mano gesticularon y decidieron eliminarla para dar más espacio a uno de esos cacharros eléctricos de ultima generación y transformarla en una pequeña de servicio.                                                 
----  ¡Silencio, callad!
----  ¿Que sucede escalera?
----   ¿No oís, son voces en el bajo?
----   Es posible pero estarán esperando al ascensor.
----   ¡Sí sí y también oigo pasos!
----   Serán las de la limpieza hoy es Lunes..
----   No, no son ellas, son clientes, ¡ Suben,suben !
----   ¡Todos a sus puestos, barandilla firme, moqueta tensa, luces al        
        máximo de potencia, esos cuadros en formación de dos y vosotros
        los del suelo, os quiero más brillantes que las estrellas!  Que
        nunca sabremos a ciencia cierta el futuro. Hoy se confía más                                en una máquina que una persona pero nosotros somos, hasta el   
        el último peldaño, una escalera y confiamos en las personas.

                                                                        Fin.
        


        Ramón Pérez Aguilar.


       
        Relato premiado en el  II Concurso de relatos cortos XECC 2012
        Castelldefels. Barcelona

         Relato publicado en el Diario Información.

                                                         











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