El
ambiente era tenso ya que por esas fechas navideñas se juntaban ambas capas,
las dominantes y las humilladas, en el marco geográfico de la despensa. Siempre
se producían enfrentamientos durante esos días entre Diciembre
y Enero, como cada año, la abundancia desmedida y los excesos injustificados
tenían que dejar paso a la razón, el sentido común y el derecho natural entre
ellas dos. Conseguirlo en armonía nunca era tarea fácil y la paz imposible.
Las
familias bien de siempre, se aferraban a sus status de alta posición y entre
ellas la de los ibéricos, unas de las más influyentes y poderosas con su
patriarca al frente criado desde pequeño a las sombras de las más rotundas
encinas y situado en su atalaya de madera, armado con su cuchillo afilado en
rueda de piedra, controlaba desde la mejor parcela de la despensa a todos los
demás mientras que su carne ya empezaba a secarse y la grasa a enranciarse
tintándose de amarillo. Otros miembros de esa familia, de forma alargada,
comenzaban a gotear grasa mientras, colgados de un clavo en la pared perdían
textura y color.Amigos
íntimos de éstos, compañeros de mesa y mantel en más de una comida, la familia
de La Rioja ,
junto a ellos, iban perdiendo su hermoso color rubí, sus aromas de roble
francés y de notas especiadas y el retrogusto para terminar sus días,
tristemente para un noble como él, en un guisado de garreta.
Un
poco más arriba encima del frigorífico, vivía otra de las familias igualmente
acomodadas del lugar en las fiestas de Navidad, prolifera familia de miembros
procedentes de todos los lugares de España se hacían notar; duro, blando, de
guirlache, mazapanes, pan de Cádiz, almendrados, mantecadas, manchegos, entre
otros muchos, no podían evitar que sus cuerpos se resecasen y se volvieran
aceitosos a pesar de alojarse en una de las mejores latas de metal de la casa
en lo alto de la nevera. Por último algunos restos de otras familias menores en
cantidad, como las de las Rías Bajas a los que frecuentemente se les colaban
familiares de otros mares lejanos, como los langostinos, percebes, cigalas,
gambas y unos llamados angulas ( gente rara de ver en público) tenían que hacer
frente junto a todos los nobles citados, al pueblo llano y sufrido a los que
sacan las castañas del fuego día a día y poco a poco van recuperando sus
posesiones, arrebatadas a mediados de Diciembre en las despensas. Lentejas
discriminadas, garbanzos despreciados, habichuelas olvidadas, lenguados (amigos íntimos de los pequeños de la casa) y
esa especia de relaciones publicas como es el pollo, que se trata tanto en la
mesa de postín como en la de diario, alzan la voz para denunciar lo caro que
son de mantener a esas familias de alto
standing,
que parte de ellas acaban en la basura, que las compramos influenciados por el
sistema y que después nos gastamos lo que nos queda de los ahorros en dietas de
adelgazamiento y pastillas para el colesterol que tanto nos hace sufrir, casi lo mismo que esas imágenes de
los niños en las despensas vacías de África o de cualquier lugar del mundo. No
cambiaremos nunca, el año que viene será igual aunque nos queda el remedio de
llevar los domingos a casa de la suegra lo que nos sobre de todo lo comprado de
más en Navidad, al fin y al cabo todo quedará en casa.
Relato premiado en el concurso de relato corto " Sin trampa ni cartón".
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