El sonido fluye y te va penetrando con suavidad.
Primero, la percusión te cimbrea con un suave roce del palillo sobre
el plato Crash, algo va a pasar, se
intuye. Está ahí agazapado en la batería, cargando armas como un atleta calienta
una prueba, poco a poco con suavidad, probándose, estimulándose, tomándose un
tiempo. A su lado alguien más también hace lo mismo, pero su carrera aún no ha
comenzado. Un latigazo de espíritu liberado rasga el espacio en un furioso
golpe de palillos, ruge, rompe y avasalla mi corazón oprimido por leyes
irracionales. Señores comienza el espectáculo. Todos estaban ahí, callados,
silenciosos en la oscuridad. El swing
flota, el ritmo lo inunda todo y vuelas suavemente mecido en una mecedora
espacial por la galaxia del ritmo. Navegas en un mar de rítmicas sensaciones. Una
voz de cimbreo suave, rítmico y funky, te hace subir la adrenalina. Bolas de
cristal iluminado mis ojos y mis oídos
entregados y hambrientos de guitarras punteando, como un orfebre talla sus joyas.
Trompetas apuntando al cielo tocadas por ángeles negros y el piano de Wayne
Casey te envuelve en un movimiento
continuo, no puedes parar ni tampoco
quieres hacerlo. Disco-power en la venas
hasta el día del juicio final. En lo alto KC and the Shunsine Band me dice
“Get down tonight”. Todos deberíamos ponernos en la buena onda. Un
tobogán de feeling te desliza al éxtasis natural. Dame más de eso. Nada importa
a tu alrededor porque es sábado por la noche y el calendario marca los 70.
Dejadme que no despierte mientras dure este presente.
Ramón Pérez Aguilar
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