Cuando aún no acababa de despertar el día, cuando aún las
calles estaban casi vacías y cuando todavía los autobuses con el futuro del
país dentro no las habían invadido, él, se encaminaba como cada mañana ha
recorrer el camino de siempre. En ese recorrido poco a poco su pulso se iba
alterando y el oxigeno de su sangre se hacía cada vez más escaso y curiosamente
no era por la distancia recorrida. En ese trayecto, viaje a lo desconocido, su
papel de era el de un navegante sin planos, sin visibilidad y sin saber si el
puerto será refugio de peligros o una playa en calma. Rostros adormilados,
corazones llenos de hastío, nada que ver y nada nuevo que esperar se iban
cruzando frente a sus ojos. Sus pasos
iban cada vez controlando más su velocidad para llegar al punto de encuentro en
el momento exacto, justo en el instante
oportuno. Ese instante que se repetía cada día, cada mañana, en el mismo lugar
y a la misma hora.
Pasaba a su lado arrollando todo, silenciando la calle,
llevándose la luz de la mañana y sellando los labios de él. Su aroma, su
cuerpo, su caminar, su vestir, su cabello era algo que tenía que observar tan
solo en unos segundos para luego intentar memorizarlos todo el día. Ella era
como un diamante en un todo a 100, como un Vega Sicilia en un almuerzo
campestre o como un sastre italiano en un mercadillo. Estaba allí pero no
formaba parte del decorado, era una imagen robada y por eso, él, cuando estaba
a punto de pronunciar la frase, mil veces ensayada, enmudecía.
Es curioso a veces se encuentra a alguien que hace mucho
tiempo que no la ves pero que sabes mucho de ella y en cambio otras veces ves a
alguien todos los días y no sabes ni siquiera su nombre. Compartes con esa
persona, una calle, un espacio, una instante, la ves cambiar de ropa, de
peinado, la ves acalorada, abrigada, pero solo eso ....la ves. Solo una mirada.
¿Quién sería? Eterno dilema, contra el hacerlo, el ridículo. Contra el no
hacerlo, el remordimiento de tu timidez. La vida es un sálvese quien pueda, pero
nos da vergüenza que nos vean subir por la borda como un pirata caribeño con el
cuchillo entre los dientes.
Era viernes y hasta el lunes ya no la vería más pero
estaría esperando ese día. Quizás al levantarse el telón por fin podría decirle
la frase mil veces ensayada, todo por saber al menos su nombre. Mientras tanto ella seguiría siendo tan solo para sus ojos. Quizás
si él se apellidara Bond…
Ramón Pérez
Publicado en el Diario Información y en Alacalle.
Publicado en el Diario Información y en Alacalle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario