viernes, 7 de febrero de 2014

SOLO PARA TUS OJOS


Cuando aún no acababa de despertar el día, cuando aún las calles estaban casi vacías y cuando todavía los autobuses con el futuro del país dentro no las habían invadido, él, se encaminaba como cada mañana ha recorrer el camino de siempre. En ese recorrido poco a poco su pulso se iba alterando y el oxigeno de su sangre se hacía cada vez más escaso y curiosamente no era por la distancia recorrida. En ese trayecto, viaje a lo desconocido, su papel de era el de un navegante sin planos, sin visibilidad y sin saber si el puerto será refugio de peligros o una playa en calma. Rostros adormilados, corazones llenos de hastío, nada que ver y nada nuevo que esperar se iban cruzando frente a sus ojos.  Sus pasos iban cada vez controlando más su velocidad para llegar al punto de encuentro en el  momento exacto, justo en el instante oportuno. Ese instante que se repetía cada día, cada mañana, en el mismo lugar y a la misma hora.


Pasaba a su lado arrollando todo, silenciando la calle, llevándose la luz de la mañana y sellando los labios de él. Su aroma, su cuerpo, su caminar, su vestir, su cabello era algo que tenía que observar tan solo en unos segundos para luego intentar memorizarlos todo el día. Ella era como un diamante en un todo a 100, como un Vega Sicilia en un almuerzo campestre o como un sastre italiano en un mercadillo. Estaba allí pero no formaba parte del decorado, era una imagen robada y por eso, él, cuando estaba a punto de pronunciar la frase, mil veces ensayada, enmudecía.
Es curioso a veces se encuentra a alguien que hace mucho tiempo que no la ves pero que sabes mucho de ella y en cambio otras veces ves a alguien todos los días y no sabes ni siquiera su nombre. Compartes con esa persona, una calle, un espacio, una instante, la ves cambiar de ropa, de peinado, la ves acalorada, abrigada, pero solo eso ....la ves. Solo una mirada. ¿Quién sería? Eterno dilema, contra el hacerlo, el ridículo. Contra el no hacerlo, el remordimiento de tu timidez. La vida es un sálvese quien pueda, pero nos da vergüenza que nos vean subir por la borda como un pirata caribeño con el cuchillo entre los dientes.
Era viernes y hasta el lunes ya no la vería más pero estaría esperando ese día. Quizás al levantarse el telón por fin podría decirle la frase mil veces ensayada, todo por saber al menos su nombre. Mientras tanto ella  seguiría siendo tan solo para sus ojos. Quizás si él se apellidara Bond…

Ramón Pérez

Publicado en el Diario Información y en Alacalle.

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